viernes, 14 de enero de 2011

30 años...

Llegó el día, el (m/t)ípico día en el que todo ser humano (al menos eso me han dicho) se da cuenta que deja los veinte y pasa a los treinta, y en el que, como no, hace balance de sus días. A mí me toca hacer este balance en el centro del estado de Carolina del Norte (“far away from home”) y completamente solo por circunstancias del calendario, así que supongo que podéis entender que me apetezca poner por escrito todo lo que me pasa ahora mismo por la cabeza. Se podría decir que estoy contento (tengo el trabajo que quiero), aunque también triste (estoy lejos de los míos y de lo mío); motivado (estoy aprendiendo mucho inglés) y frustrado (como cuesta entender el acento sureño, aún después de cinco meses aquí); feliz por tener la suerte de haberme tropezado por el camino con gente maravillosa mucha de la cual ahora son amigos o más que eso, pero nostálgico por no poder seguir disfrutando de ello en persona. Sentimientos ambivalentes, como suele pasar a menudo.
Infancia ochentera marcada por “Bola de Drac”, uno siempre ha fantaseado de niño en poder tener la cualidad esa del “canvi de lloc instantani”, jeje. Si pudiera pedir un deseo, ése sería el mío ahora mismo, para pasar allí unos días y satisfacer pequeños placeres como: dar un abrazo a mis padres, hermanas, tíos (y sobrinas que me ha regalado la vida), aunque uno especialmente fuerte para mis abuelos; dar un paseo nocturno por el Borne de Barcelona (¡y ver gente en la calle!); comer jamón de pata negra; pegarme una buena juerga con los colegas; y, cómo no, andar junto al mar Mediterráneo. La melancolía por no tener “aquellas pequeñas cosas”, que el gran Serrat supo reflejar de manera sublime:
Uno se cree
que las mató
el tiempo y la ausencia.
Pero su tren
vendió boleto
de ida y vuelta.

Son aquellas pequeñas cosas,
que nos dejó un tiempo de rosas
en un rincón,
en un papel
o en un cajón.

Como un ladrón
te acechan detrás
de la puerta.
Te tienen tan
a su merced
como hojas muertas
que el viento arrastra allá o aquí,
que te sonríen tristes y
nos hacen que
lloremos cuando
nadie nos ve
Como podéis imaginar, yo ahora tengo muchos ratos de esos de “cuando nadie me ve”... Pero no os preocupéis; una de esas personas que he dicho antes que he tenido la suerte de conocer me dijo un día que parece que en esta sociedad no se pueda estar triste, cuando es un derecho y un estado en el que la reflexión está a flor de piel. Así que dejadme disfrutar de mi tristeza, qué cojones.
“Happinness is complete when shared”. Frase escrita por el protagonista de la película de Sean Penn Hacia rutas salvajes (película que otra de esas personas maravillosas que he tenido la suerte de conocer me recomendó y que yo “a mi” vez os recomiendo encarecidamente), frase escrita por un hombre después de estar un larguísimo tiempo en absoluta soledad (esa es la conclusión a la que llega el tipo, y lo dice con conocimiento de causa).

Pero no me voy a quejar, porque después de hacer de camarero (¡durante 11 años!), de guía, de vigilante de la playa, de tener las llaves de un castillo y de mendigar sustituciones de profesor, uno ha conseguido ser lo que soñaba ser cuando veía “Bola de Drac” (aunque para ello tenga que estar lejos). Acabo con un “limmerick” que he escrito como ejemplo para servir de guía a los alumnos (en unas semanas voy a intentar que hagan sus “pinitos” con la poesía en español). Así como nosotros tenemos el soneto, los anglosajones tienen el limmerick, una estructura de cinco versos en la que riman el primero con el segundo y el tercero con el cuarto. El quinto es una exclamación que rima con el primero. El primer verso empieza por “érase”, “había una vez” o cualquier fórmula similar y su núcleo es un sustantivo. El segundo verso tiene como núcleo un adjetivo enmascarado en una oración de relativo. El tercer y cuarto versos presentan acciones verbales y el quinto es un volver a empezar, volver al principio. Ahí está, espero que os guste:

Érase un españolito que decidió viajar al extranjero,
humilde y trabajador, pero orgulloso como el primero.
Enseñó su lengua y cultura materna por doquier,
aunque en muchas ocasiones sus pupilos no querían aprender.
¡No te quejes mozo mío, que al menos en América ya no eres telonero!
 Véase: telonero = profesor sustituto


Os dejo con la canción de mi vida… me apetece escucharla una vez más…

Un beso a todos. Y muchísimas gracias por las felicitaciones.

Os quiere,
Paco (un treintañero más)         

3 comentarios:

  1. Grande Paco,
    Felicidades tío.
    Tranqui que en la lejanía muchos pensamos en ti, y más de lo que crees.

    Abrazotes.

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  2. Paco, Felicidades!!!!!!!! Grande, Paco, grande.
    Entre los innumerables curros que has puesto (si nos ponemos Juanan y yo también a ello, creo que entre los 3 copamos todos los trabajos habidos y por haber) se te ha olvidado, el de ser la cara guapa del Salomé!!! -Por cierto, coincidiendo, again con Juanan-
    Estaba escribiendo este hilo, con el iTunes encendido de forma aleatoria, y la fortuna, ha querido que mientras escribía, y me acordaba de tí, sonara, esta canción:
    http://www.youtube.com/watch?v=6TnOWTQUSzs

    Para celebrar esos 30 como Dios manda, esta noche, pondré otra del Maestro en el Bar. Esta noche, el pacto entre caballeros, volverá a sonar, una vez más, esta vez, en tu honor ;)

    Felicidades Crack

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  3. Gracias amigos. Y Jordi, no hay mejor manera de honrarme. La sentiré desde la distancia, en mi tarde que es vuestra noche...

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